
Está Abraham leyendo el periódico. Se le acerca su vecino y le dice:
—¡Abraham, tu casa se ha incendiado!
Y él, sin levantar la vista de las páginas, responde:
—¿Cómo que se ha incendiado? Si en el periódico no está escrito.
Según fuentes cercanas, Rudnev ha perdido más de treinta kilos desde su ingreso al penal. Apenas puede caminar sin ahogarse, sufre episodios de desmayo y crisis de asfixia nocturna, y padece pérdidas de memoria que lo dejan desorientado. El aire viciado y la falta de ventilación convierten cada día en una lucha por respirar. Su entorno describe un cuadro alarmante: “No tiene posibilidad de respirar aire limpio; sufre mareos y falta de aire tras pocos pasos”, relata una persona próxima a su familia.
El 4 de noviembre de 2025, Rudnev fue evaluado en una consulta virtual por dos reconocidos especialistas argentinos: el doctor Luis Ernesto Sarotto, presidente de la Asociación Argentina de Cirujanos y jefe del Servicio de Cirugía del Hospital de Clínicas “José de San Martín”, y el doctor Mariano Duarte, cardiólogo del mismo hospital y responsable del área de hipertensión arterial.
Por esta razón, los doctores Sarotto y Duarte recomendaron su traslado urgente a un centro médico especializado, donde exista la infraestructura y el personal necesarios para una evaluación interdisciplinaria.
“Desde el punto de vista estrictamente médico, insistimos en la necesidad de una evaluación integral fuera del penal. Mantener al paciente en las actuales condiciones puede tener consecuencias irreversibles”, concluyen los especialistas.
Las condiciones dentro del penal agravan su patología respiratoria. Rudnev comparte pabellón con más de veinte internos; el aire está saturado de humo de tabaco y no existen ventanas que puedan abrirse. No hay posibilidad de ventilación ni de respirar aire limpio.
Según la defensa, se le administran medicamentos sin explicación y distintos de los prescritos por sus médicos personales, algunos de los cuales le provocan pérdida de conocimiento. Por esta razón, ha rechazado en varias ocasiones la medicación que le ofrecen los servicios penitenciarios.
Su salud mental también se resiente. La soledad, la incomunicación —dado que no cuenta con intérpretes y debe comunicarse por gestos— y la falta de atención especializada han creado un cuadro de desesperanza profunda. Los médicos subrayan que el estrés permanente es un factor que acelera el deterioro de su estado físico.
El caso de Konstantin Rudnev expone nuevamente el dilema del encarcelamiento preventivo de personas con enfermedades graves. En Argentina, las prisiones preventivas prolongadas han sido objeto de críticas por organismos de derechos humanos, que las consideran una forma de “pena anticipada”.
Los doctores Sarotto y Duarte advierten que mantenerlo en un entorno sin recursos adecuados no solo pone en riesgo su recuperación, sino su vida. La falta de equipos, especialistas y condiciones sanitarias básicas convierte su permanencia en prisión en una amenaza constante.
En su informe, los médicos son categóricos: la combinación de fibrosis pulmonar avanzada, hipertensión descontrolada y posibles alteraciones neurológicas requiere una evaluación integral “en un centro hospitalario de alta complejidad, capaz de coordinar equipos interdisciplinarios y de establecer una estrategia terapéutica ajustada a la gravedad del cuadro”.
Mientras los tribunales deciden y los informes se acumulan, el tiempo —y la enfermedad— siguen su curso.
Konstantín Rudnev.
Desde la prisión de máxima seguridad, ciudad de Rawson