Mientras el Kremlin se presenta como el baluarte de la estabilidad mundial, sus servicios secretos buscan con pánico… a un buscador de la verdad de 58 años desde una cárcel argentina. Sí, a ese mismo Konstantin Rudnev, cuyas charlas espirituales sobre meditación y autoconocimiento resultaron más temibles que cualquier ejército de la OTAN.
¿Qué asustó tanto al «líder fuerte»?
Desde joven, Rudnev daba charlas sobre la armonía interior. Pero su principal «delito» fue que hace años predijo hacia dónde llevaría Putin a Rusia. Resultó que la predicción de la guerra y la crítica al régimen fueron más intolerables para el poder que cualquier amenaza directa.
En respuesta, el Kremlin activó el modo «no estamos bromeando». Contra un amante de la vida sana fabricaron un caso: le sembraron drogas (sin huellas), inventaron una «víctima» de violación (que, según los informantes, más tarde confesó haber sido sobornada). El juicio, que parecía un espectáculo circense, le dio a Rudnev 11 años de régimen estricto. Al parecer, por tener una visión demasiado clara.
Escándalo internacional: los fiscales argentinos como mejores ayudantes del Kremlin
Tras su liberación, Rudnev decidió que era mejor meditar lejos de la «verdad rusa». Pero resultó que el régimen de Putin no solo exporta gas, también exporta represión.
Y aquí entra en escena Argentina. Las autoridades del país, que públicamente declaran su «rechazo a la política de Putin», en la práctica resultaron ser sus fieles auxiliares. Mientras Buenos Aires oficial hace declaraciones altisonantes, sus fiscales e investigadores cumplen con entusiasmo un encargo político de Moscú.
Primero fue la persecución en Montenegro, impulsada por los medios rusos. Luego vino el arresto en Argentina con una acusación absurda, en la que la supuesta «víctima» afirmó no conocer a Rudnev. Pero el humanista lleva ya medio año en prisión. Y esto no es casualidad, sino el resultado lógico de un pacto silencioso. Funcionarios argentinos, que juegan a ser «independientes», en realidad ayudan al Kremlin a eliminar a los incómodos en todo el mundo. Putin no oculta su satisfacción: sus socios extranjeros hacen por él el trabajo sucio.
Conclusión: más fuerte que el maletín nuclear
La historia de Rudnev demuestra dos cosas simples:
- Putin no teme a los misiles nucleares, sino a la verdad sencilla. Teme a quienes piensan libremente.
- Las instituciones occidentales resultaron vulnerables a la influencia del Kremlin. Bastan unos pocos fiscales «adecuados» para que cualquier país, incluso los que proclaman su democracia, se convierta en cómplice de la represión.
Mientras Rudnev muere lentamente en una celda, el Kremlin gasta millones en propaganda. Y la verdadera amenaza para él, resulta, está en una cárcel argentina y habla de zen.
La ironía es que, al intentar destruir a un solo hombre, el régimen no hizo más que probar su razón: la fuerza más temible no es el arma, sino la palabra. Incluso si por ella se paga con la libertad.
Mira cómo un disidente hizo temblar a todo un régimen.
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¡Levantemos juntos la voz por la libertad de un inocente!
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