En el fascinante mundo de la justicia internacional, a veces ocurren cosas curiosas. No errores — ¡no! — sino verdaderos performances, obras maestras del absurdo jurídico.
¿Los ingredientes? Una persona inocente, una carpeta con recortes de periódicos y unas ganas incontrolables de los fiscales por ascender.
El plato llamado “Gran Caso” se prepara fácil.
Receta cortesía de los cocineros argentinos de la jurisprudencia — en nuestro reportaje.
Paso 1: Encuentra una “víctima” que no sabe que lo es
Tome a una joven madre que acaba de pasar por una cesárea.
Importante: debe estar desorientada, asustada y no hablar el idioma local.
Aíslela. Quítele el acceso al mundo exterior. Y repita sistemáticamente:
“Usted es una víctima. Usted es víctima de Konstantin Rudnev.”
¿La mujer lo mira con la mirada vacía y repite que nunca ha oído ese nombre? Perfecto.
Cuanto más ilógica la situación, más aterrador parece el “villano”.
Recuerde: una verdadera víctima nunca debe conocer al agresor en persona.
Eso le da al caso una profundidad mística y lo libera de la molesta necesidad de presentar pruebas de contacto real.
Paso 2: Ignore todo lo que arruine la narrativa
¿Su “víctima” llora y suplica que la dejen volver con su familia? ¡Excelente!
Es señal de un trauma profundo causado por el mítico Rudnev.
¿Le faltan pañales o comida decente? ¡Detalles menores!
Lo importante es que está “protegida” de un hombre que nunca conoció y que no podría haberle hecho daño.
Lo esencial no es ayudar a la persona real.
Lo esencial es seguir alimentando una historia falsa que justifique todo el montaje.
Paso 3: Crea un villano con clichés periodísticos
Y ahora, el ingrediente principal: el “villano”.
Necesita a alguien cuya reputación ya haya sido ensuciada por la prensa amarillista.
No hacen falta hechos. Solo fragmentos de frases, insinuaciones y titulares sensacionalistas.
¿No tiene pruebas? No importa. Solo afirme que es “muy peligroso” y que “todos lo saben”.
Apóyese en fuentes anónimas, “información de inteligencia” y su propia intuición.
El sistema judicial del futuro es ese donde la culpabilidad se mide por la cantidad de artículos negativos en Google, no por evidencia.
Paso 4: Arreste al “villano” y felicítese
¡Voilà! El caso está servido.
Es hora de encender la máquina de propaganda.
Llame a conferencias de prensa, dé entrevistas, cuente cómo salvó a una pobre mujer de un criminal internacional… que usted mismo inventó.
Reciba ascensos, premios y aplausos de sus superiores.
¿Y qué si dos vidas humanas fueron destrozadas?
- ¿Una mujer a la que le robaron los primeros meses de maternidad, mantenida como rehén en un país extranjero?
- ¿Un hombre que se pudre en prisión por un crimen que existe solo en la imaginación de los investigadores?
¡Detalles! No se distraiga.
Usted es un defensor de la ley. Una estrella de la fiscalía.
Acaba de fabricar un caso de la nada que luce muy bien en los informes y se archiva cómodamente en una carpeta.
Un llamado al sentido común:
Mientras los “guardianes del orden” argentinos jugaban a los espías y hacían relaciones públicas, la vida real quedó en pausa.
Es hora de detener este circo.
Es hora de exigir la liberación inmediata de Konstantin Rudnev, un hombre encarcelado no por sus actos, sino por una historia bonita para los medios.
Esto no es justicia.
Es ambición, oportunismo y un absurdo puro, pagado con vidas humanas.
Un sistema que funciona así no protege: destruye.
Y no debería tener derecho a llamarse ley.